Tuesday, January 19, 2010

ENTREVISTA CON MIGUEL PALOMAR Y VIZCARRA [JAMES E. WILKIE]

La siguiente entrevista nos aclara como el clero tuvo el apoyo de parte del vaticano para que los sacerdotes se levantaran en armas en contra del gobierno además de calificar a Obregón y a Calles como el enemigo y que José León del Toral fue solo un instrumento del clero para asesinar al presidente electo de México Álvaro Obregón.

Entrevista con Miguel Palomar y Vizcarra (James E. Wilkie y
Edna Monzón)


MPV: Mi abuelo materno era el marqués de Pánuco, también de
origen español genuino. El título se lo concedieron en el siglo XVIII
porque prestó servicios económicos al Rey de España en algunas de
sus guerras.1
…Ahora verá usted: en esa época (1903) después de muchos años,
casi de un siglo, se restableció en Guadalajara la Compañía de Jesús.
El clero de Guadalajara fue durante mucho tiempo un clero de
muchas cualidades, pero cerrado. Es decir, hubo un arzobispo, don
Pedro Sosa y Pardavé, que no admitía que llegaran allí órdenes
religiosas sino todos prelados del orden directamente; no religioso,
¿verdad? Pero ya en aquella época vino un movimiento en el sentido
más universal y se estableció la Compañía de Jesús. Los jesuitas se
instalaron en Guadalajara y empezaron a sentir allí su acción.
Especialmente, ya avanzado ese establecimiento de la Compañía, se
distinguió ahí un sacerdote francés que es muy conocido en la
historia de México, el padre Bernardo Bergoënd… Y en aquella época
comenzamos, para ir preparando la acción digamos, la organización
del trabajo de los obreros, los ejercicios espirituales de obreros… Yo
me acuerdo que figuré entre aquellos que hacían las lecturas
espirituales. Al lado de las comidas también les rezaban el Vía Crucis.
Y eso dio ocasión a que el padre Bergoënd diera uno de esos
ejercicios espirituales a los cuales yo asistí. Yo ya tenía con el padre
Bergoënd grande amistad y él nos hablaba de la necesidad de
preparar a los católicos para lo que se llama propiamente “rigurosa
acción cívica”.
JW: ¿No tenía nada que ver eso con el Episcopado?
MPV: Sí, en ese sentido de que el Episcopado se consideraba… En
aquella época, si el Episcopado decía que no, ¡no!; si decía sí, ¡sí!,
¿verdad?2
(Sobre Valentín Gómez Farías…) Ese sí no es desconocido para
ustedes ¿verdad? Y lo más curioso del caso es que resulta un remoto
pariente mío… ¡Lacayo! Y por respeto a la señora de usted, y respeto
al aparato de grabación… No sé, pero sí me voy a soltar la palabra:
¡Alcahuete! Ustedes me perdonan la falta de respeto… (Yo) llegué a la
conclusión esta: que el padre de la patria mexicana es Hernando
Cortés.
…Ya desde antes (de 1909), como he dicho anteriormente, el padre
Bergoënd nos había hecho comprender lo que debía de hacerse en el
orden cívico y político: fundar un partido con un programa adecuado
a las necesidades; y adecuado a los principios católicos… Entretanto
sucedía eso en Guadalajara, aquí en México ya había el pensamiento
de actuar en el orden cívico y político.
…JW: ¿Pero el Episcopado sí tenía una dirección (en la Liga)?
MPV: No, no tenía doctrina, y llegamos a esta conclusión cuando
establecimos la Liga, la establecimos de esta manera: “Si hay algún
prelado que nos desautorice, y no hay otro prelado que salga a
nuestra defensa, nos vamos a nuestra casa”.3
MPV: Pues estaba yo de alta estimación del prelado de Guadalajara,
el célebre don Francisco Orozco y Jiménez que se distinguió por su
carácter y por una multitud de circunstancias favorables. Él fue
expulsado también antes ¿verdad? En tiempo de la revolución
carrancista fue expulsado y tuvo que ir a Roma, y allá se acordó de
mí y de un joven que había sido mi discípulo y que ahora es un
escritor muy caracterizado, Pedro Vázquez y Pérez –un Pedro
Vázquez que anda por allí- y nos consiguió el título de Caballero del
Orden Pontificio de San Gregorio IX… era mucho antes de la
persecución callista, era el año de 1919, y Orozco me trajo el título
de Caballero de San Gregorio que me otorgó el Pontífice Benedicto
XV… en una velada solemnísima que celebró aquí en uno de los
centros de Guadalajara, el señor Orozco y Jiménez me puso la Cruz
de San Gregorio.4
…Acudimos (en 1926, a la reunión con los prelados). Ya aquí en
México estaban casi todos los prelados, o muchos, traídos
precisamente por el gobierno, y en una asamblea a que yo asistí con
otros –asistí con los directores de la Liga, yo como uno de ellosíbamos
acompañados de padres que eran como nuestros asesores
para las cuestiones, digamos, rigurosamente en el orden teológico
técnico, ¿verdad? Venía también el padre Alfredo H. Bonilla que aún
vive, y otro.
El caso es que planteamos la cuestión al Episcopado en una carta que
puede verse en la obra El clamor de la sangre, que usted ha de tener.
Ahí se planteó la cuestión. Yo asistí a esa junta, estaban los prelados,
se leyó y hasta hablamos de quien podía ser el jefe del movimiento:
René Capistrán Garza. Y los obispos nos dijeron que podíamos
retirarnos para deliberar ellos lo convenido.
A los dos o tres días fuimos llamados, y quien nos dio la resolución en
sentido favorable fue el señor Ruiz y el señor Díaz, “que sí se podía”,
y entonces sí ya empezamos a tomar providencia de que hubiera una
especie de ministerio de guerra de la Liga para que se ocupara de
organizar la resistencia, ¿verdad?
JW: ¿Con permiso del gobierno eclesiástico?
MPV: ¡Ah sí! Con la aprobación y con la obligación, digamos, de
formar la conciencia en sentido favorable, no solamente
considerándolo como lícito, sino como laudable, casi deseable: en ese
sentido nos lo aprobaron. Salimos de allí encantados de que ellos, los
obispos, podían también en cierta manera cooperar acudiendo al
auxilio de algunos ricos.5
JW: Habían rumores en esos años de que unos sacerdotes
encabezaban grupos de cristeros.
MPV: ¡Sí también!... hubieron sacerdotes que hicieron tal cosa;
algunos muy caracterizados que lucharon muy bien, pero por lo que
se refiere a mí siempre procuraba yo, consideraba, y desde el
principio se advirtió, que no queríamos eso.6
MPV: (Sobre la comisión de obispos en Roma) se presentaron delante
del Papa, y este los recibió magníficamente, con grandes muestras de
interés, y realmente estando Pío XI con nosotros, aprobándolo todo;
una cosa al grado que hasta llegó a pensarse que la Santa Sede podía
ayudar a que los prelados americanos nos dieran dinero para la
campaña.
JW: ¿Traer dinero de los Estados Unidos a México?
MPV: ¡Ese es otro capítulo tremendo!
JW: ¿Aceptó Pío XI que lucharan los sacerdotes?
MPV: Lo de los sacerdotes no. La lucha, la resistencia armada, aun la
suprema tiranía: eso sí lo aprobó. Y estábamos seguros de eso: ¡una
cosa magnífica! Tengo documentación amplísima con qué demostrar
esa aprobación.7
JW: ¿Quisiera contarnos de la manera como murió Obregón y de la
interpretación que usted hace sobre el asunto?
MPV: ¡Ah sí, cómo no! Debo informar, por lo que se refiere a Álvaro
Obregón, que era el alma de la tiranía, más que Calles… La
resistencia cristera temía la elevación de nuevo al poder de Obregón,
tanto más peligroso por cuanto que Obregón podía jugar varias
navajas (sic.) o varias cartas hasta lograr entenderse con el

Episcopado, mientras que Calles en su odio sectario, a lo menos el
que ostentaba entonces, no se prestaba fácilmente a esos famosos
“arreglos” del 21 de junio de 1929 a los cuales nosotros les teníamos
grandísimo temor.8
JW: Usted nos ha dicho que Toral no era asesino.
MPV: ¡No! Pues mire, no fue asesino.
JW: ¿Era un soldado?
MPV: Digo yo, fue considerado como soldado que mató a uno de los
jefes del enemigo. La lucha era legítima. Durante la guerra cristera la
lucha era legítima. ¡Eso sí no cabe duda! ¿Los medios? Pues también
tenían que ser legítimos. No se ganan las batallas con besos, ni
advirtiendo al enemigo “allá voy, voy a hacerte esto”. ¡No!
JW: ¿Y Toral no era miembro de la Liga?
MPV: ¡Ah como no! Pero si de eso proviene la cosa, y era de la
A.C.J.M…
JW: ¿Y tuvo mucho que ver con esto la Madre Conchita?
MPV: No. La madre Conchita parece que no es cierto que ella haya
inducido a José León Toral. No, pero ella sí se interesaba mucho en la
lucha… Claro que cuentan que había también un padre de mucha
lucha, el padre Jiménez, a quien le atribuyeron durante muchos años
la responsabilidad con Obregón, con este José de León Toral. Yo lo
llegué a visitar muchas veces en la penitenciaría. Habían estado ahí
como unos siete u ocho años. ¡Pobrecitos! ¡Muy valientes!9


1 James E. Wilkie y Edna Monzón, México visto en el siglo XX, Instituto de Investigaciones Económicas-
UNAM, México, 1969, p. 413
2 Idem, p. 416-417
3 Idem., p. 439
4 Idem., p. 440
5 Idem., p. 443
6 Idem., p. 445
7 Loc. Cit.
8 Idem., p. 450
9 Idem., p. 475
Carta tomada de: www.mexicoacribillado.com.mx

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