Friday, January 8, 2010

ENCUBRIMIENTO DOCUMENTADO DE NORBERTO RIVERA CARRERA

Quiero compartir este articulo que obtuve de la Revista Proceso una de las publicaciones mas afamadas en México. Aquí documenta el periodista Rodrigo Vera como el Cardenal primado de México trata de MENTIR ante la prensa mexicana el ENCUBRIMIENTO del pederasta y sacerdote Nicolás Aguilar que abuso también de Joaquín Aguilar mismo que presento una demanda llamada conspiración a la pederastia llevada a cabo por SNAP la asociación de víctimas abusados por sacerdotes, y es interesante leer que el Arzobispo de México Norberto Rivera Carrera diga que Nicolás huyo antes de que el tomara el cargo de la arquidiócesis de Tehuacán; lavándose asi las manos.

Encubrimiento documentado


Por: rodrigo vera
Proceso No. 1566
Fecha: 2006-11-04


Aunque el cardenal Norberto Rivera Carrera declaró que él nunca había encubierto al sacerdote pederasta Nicolás Aguilar Rivera, un documento oficial parece desmentirlo. El Directorio eclesiástico de toda la República Mexicana, en su edición de 1995, revela que Aguilar era el sacerdote titular de una parroquia de la arquidiócesis de México. Y para ello, de acuerdo con las normas eclesiásticas, el entonces obispo de Tehuacán debió recomendarlo y autorizar su traslado…

Pese a que en 1988 escapó de la policía estadunidense, que intentaba aprenderlo por abusar sexualmente de varios menores de edad, el sacerdote poblano Nicolás Aguilar Rivera logró obtener, en los años noventa, la titularidad de una parroquia en la arquidiócesis de México. Al parecer, fue recomendado para el cargo por el entonces obispo de Tehuacán, Norberto Rivera Carrera.

En el Directorio eclesiástico de toda la República Mexicana, en su edición de 1995, el padre prófugo aparece al frente de un templo de esa arquidiócesis: la parroquia de Nuestra Señora del Perpetuo Socorro, ubicada en la calle Lago Ayarza número 35, de la colonia Torreblanca.

También aclara el directorio que el sacerdote Nicolás Aguilar no estaba incardinado a la arquidiócesis de México, encabezada en ese tiempo por el cardenal Ernesto Corripio Ahumada, sino que su diócesis de “origen” era la de Tehuacán.

Para Elio Masferrer Kan, especialista en asuntos eclesiásticos, este traslado debió darse con autorización de Rivera Carrera, por ser entonces el superior jerárquico del cura pederasta:

“Es de suponerse que sí hubo una autorización por parte de Rivera Carrera. Los sacerdotes no pueden tener parroquias en otras diócesis sin autorización de sus obispos. No pueden dar misas aquí y allá sin ningún control. ¡Vaya!, ni siquiera los vendedores ambulantes pueden vender sus productos en cualquier esquina.”

–¿La diócesis de Tehuacán tuvo necesariamente que darle permiso al padre Nicolás?

–¡Hombre! Tuvo que haber un permiso de por medio. Es imposible imaginar que no lo hubiera habido.

–¿Y debió existir también una petición formal, por escrito, de Rivera Carrera a Corripio Ahumada, para que admitiera al sacerdote en su arquidiócesis?

–Bueno, tuvieron que cumplirse una serie de procedimientos institucionales para hacer ese traslado. Hay que recordar que ya anteriormente (en 1987) Rivera Carrera había enviado a su sacerdote a la arquidiócesis de Los Ángeles, y para esto le hizo una petición por escrito al arzobispo de allá, el cardenal Roger Mahony. Aquí debió darse un procedimiento similar.

Investigador de la Escuela Nacional de Antropología e Historia (ENAH) y autor de varios libros sobre cuestiones religiosas, Elio Masferrer considera reveladora la mención hecha en el Directorio eclesiástico, pues antes se decía que el pederasta prófugo quedó sin parroquia al escapar de Estados Unidos.

“Algunos sacerdotes, con quienes comentaba el caso del padre Nicolás, me decían: ‘Debe ser que algún cura, con ánimo de ayudarlo, le daba oportunidad de dar misa en su templo’. ¡No! Ya vemos que no fue así. Este directorio es un documento oficial, y de la propia Conferencia del Episcopado Mexicano. Ahí se señala cla-ramente que, en 1995, el padre Nicolás Aguilar tenía una parroquia en la arquidiócesis de México y seguía subordinado a Rivera Carrera.”

El directorio pone además en duda las aseveraciones del propio Rivera Carrera, quien siempre ha dicho que no encubrió al padre Nicolás. En abril de 1987, lo trasladó a la arquidiócesis de Mahony, donde abusó de 26 menores de edad. Logró escapar de la policía en enero de 1988. Dos meses después, Mahony le escribió una carta a Rivera Carrera, reprochándole que no le hubiera advertido sobre las tendencias de su sacerdote y pidiéndole que lo ayudara a encontrarlo para entregarlo a la justicia estadunidense.

Y Rivera le contestó, en otra misiva, que le había perdido la pista: “No estoy en la posibilidad de localizarlo y mucho menos de poder enviar por la fuerza a que comparezca en los tribunales”. (Proceso 1513.)

Todavía el 29 de noviembre del año pasado, Rivera Carrera aseguró al periódico El Universal: “Ni antes ni ahora he encubierto a nadie sobre algún crimen, y menos sobre pederastia”.

–¿Cuándo fue la última vez que vio o habló con Aguilar? –se le preguntó.

–Cuando él decidió irse a Los Ángeles, California, hace unos 18 años.

En esa entrevista, Rivera Carrera reconoció que el cura estuvo en la arquidiócesis de México, donde abusó sexualmente del joven Joaquín Aguilar, en 1994. Pero aseguró que huyó de la arquidiócesis cuando él fue nombrado arzobispo, a mediados de 1995. “Salió un día o dos antes de que yo llegara”, dijo.

Nunca aclaró el cardenal Rivera cómo es que su sacerdote fue admitido en la arquidiócesis por su antecesor. ¿Él mismo se lo pidió a Corripio Ahumada? ¿Le advertiría de los antecedentes del párroco? ¿Por qué Corripio llegó al grado de darle una parroquia? ¿O acaso el sacerdote logró evadir todo control?

El reportero intentó hablar con el cardenal Corripio para saber su versión. Fue prácticamente imposible. “Está muy enfermo y tiene 87 años de edad. No puede ya sostener una conversación y acaban de amputarle su pie derecho”, señaló su asistente, la religiosa Silvia García.

La versión que da el actual vocero del arzobispado, el sacerdote Hugo Valdemar, es que Corripio “prácticamente no gobernó la arquidiócesis durante sus dos últimos años en funciones. En esa época, se dio bastante anarquía en cuanto a la entrada y salida de sacerdotes”.

De cualquier manera, el cura Nicolás seguía dependiendo de la autoridad de Rivera Carrera. El Código de derecho canónico claramente estipula, en su canon 265, que “es necesario que todo clérigo esté incardinado en una iglesia particular… de modo que de ninguna manera se admitan clérigos acéfalos o vagos”.

Y el 271 agrega:

“El obispo diocesano puede conceder a sus clérigos licencia para trasladarse a otra iglesia particular por un tiempo determinado, que puede renovarse sucesivamente, de manera, sin embargo, que esos clérigos sigan incardinados en la propia iglesia particular.”

Inercia e impunidad

La parroquia del Perpetuo Socorro, de la que fue titular el padre Nicolás, está en una zonaDistrito Federal, cerca de la estación Tacuba del metro. Adorna su fachada un enorme vitral circular con la imagen del Buen Pastor.

Algunos feligreses sitúan allá por el 92 la fecha de su llegada. Ignoran si entonces ya tendría la titularidad del templo, pues siempre se ocultó su identidad y su cargo exacto.

“Nunca supimos de los antecedentes del padre. Sólo nos dijeron que venía de Michoacán y que sería el párroco suplente”, recuerda el joven Joaquín Aguilar, quien lo empezó a tratar justamente en esa parroquia, antes de que el sacerdote abusara de él.

Joaquín Aguilar, por cierto, demandó en septiembre pasado, ante una Corte de Los Ángeles, al cardenal Rivera Carrera, por haber encubierto al sacerdote pederasta.

Y del Directorio eclesiástico de toda la República Mexicana, editado en febrero de 1995, se infiere que el cardenal estuvo al tanto del traslado de su sacerdote a la arquidiócesis de México. Ahí se señala que la información manejada –así como el financiamiento de la obra– fue gracias a la “ayuda” del “venerable episcopado”.

La recopilación de los datos del voluminoso directorio –mil 650 páginas, editadas en dos tomos– fue dirigida por monseñor Jorge Durán Piñeyro, canónigo de la Catedral de México y quien dedica así su trabajo al Papa Juan Pablo II:

“Sumo Pontífice... recibid este insignificante trabajo que os ofrecemos como muestra de amor, veneración y sumisión absoluta, no sólo del suscrito, sino de todo nuestro episcopado, clero y fieles de toda esta gran República Mexicana que ama a Cristo Rey y a Santa María de Guadalupe.”

Para Elio Masferrer, el hecho de que al padre Nicolás se le haya dado una parroquia, pese a sus abusos sexuales, refleja que los miembros del clero aún gozan de cierto “fuero” que les da impunidad.

“Tengo entendido que contra el sacerdote había hasta pedidos de deportación, pero la justicia mexicana no les dio cabida; mientras que, en la estructura del episcopado, se le dio una parroquia. Esto demuestra que los ministros de culto aún gozan de cierto fuero, a pesar de que el fuero eclesiástico se eliminó con las Leyes de Reforma”, dice el investigador.

–¿A qué se debe esta prevalencia?

–A que la mentalidad del país y de la Iglesia católica tarda en cambiar. Anteriormente, por ejemplo, la Iglesia se consideraba como una sociedad perfecta creada por Dios, pero a partir del Concilio Vaticano II reconoció que era una institución humana susceptible de tener errores.

“Sin embargo, aún hay inercias que se resisten a los cambios. El caso del padre Nicolás es un claro ejemplo de que la institución eclesiástica aún se niega a aceptar los errores de sus sacerdotes y de que no considera a los laicos como miembros de la Iglesia con derechos plenos. Sí, la institución todavía carece de una noción de respeto hacia sus feligreses.”

http://www.proceso.com.mx/
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